Un viaje a la Ciudad de la Esperanza
Ir al Distrito Federal y no subirse al metro o no ir a un mercado de barrio, es no haber ido... Sale el sol entre la bruma de la ciudad, en vez de cantos de pajarillos y gallos desafinados, el ruido de los motores, los claxons y la gente que corre a su trabajo invaden la atmosfera cargada de una sinfonía urbana y mágica... La cumbia, la guaracha, la salsa... el olor de las yerbas de los mercados, las voces de los vendedores que venden hasta el smog que se respira, todo se mueve con la presición de un reloj suizo... ¡Pásele marchanta... Ay 'masita... Mire jefe, pura calidad, Cuánto güerita... Órale cabrón, caéle con lo que traigas! El día termina y la noche cubre de luces la ciudad, Insurgentes se pinta de rosa, al igual que los últimos vagones del metro... Las damas de la noche irradian su glamour y su lenguaje corporal y verbal se vuelve tan etéreo. En los hoteles se oyen los ecos de un amor que se grita, los gemidos de un placer que colorea las paredes nocturnas. Vivir en el Distrito Federal es vivir en un lugar donde todo está permitido y en donde salir a la calle es abrir un cofre lleno de sorpresas.